Pecadores en manos de un Dios airado

Pecadores en las Manos de un Dios Airado 
Jonathan Edwards 
1703 - 1758 
Predicado en julio de 1741 
"A su tiempo su pie resbalará" (Deuteronomio 32:35) 
n este versículo la venganza de Dios amenazaba a los israelitas impíos e incrédulos, quienes 
siendo el pueblo visible de Dios, viviendo bajo los medios de la gracia, y a pesar de las obras 
maravillosas de Dios para con ellos, permanecieron (como dice el v.28) desprovistos de 
consejo y sin entendimiento. Estando bajo el cuidado del cielo, produjeron frutos amargos y 
venenosos; como en los dos versículos que preceden al texto. 
La expresión que he escogido para mi texto: "A su tiempo su pie resbalará" (Dt. 32.35) parece 
indicar las siguientes cosas con respecto al castigo y destrucción a que estaban expuestos estos 
impíos israelitas. 
1. Estuvieron siempre expuestos a destrucción; como uno que permanece o camina en lugares 
resbaladizos está expuesto a caer. Esto está implicado en la manera en que su destrucción viene a 
ellos, representada por sus pies resbalando. Lo mismo se expresa en el Salmo 73:18."Ciertamente 
los has puesto en deslizaderos; en asolamientos los harás caer." 
2. Implica que estuvieron siempre expuestos a una rápida destrucción repentina. Como el que 
camina en lugares resbaladizos está expuesto en cada momento a caer, no puede predecir si al 
siguiente momento permanecerá de pie o caerá; y cuando cae, cae repentinamente sin 
advertencia: Sal.73:18-19. "Ciertamente los has puesto en deslizaderos; en asolamientos los harás 
caer. ¡Cómo han sido asolados de repente!" 
3. Otra implicación es que están expuestos a caer por ellos mismos sin tener que ser empujados 
por la mano de otro; como el que camina en suelo resbaladizo no necesita más que su propio peso 
para caer al suelo. 
4. La razón por la que no han caído todavía es solo porque el tiempo señalado por Dios no ha 
llegado. Porque se dice que cuando momento llegue sus pies resbalarán y caerán por su propio 
peso. Dios no los sostendrá más en estos lugares resbaladizos, sino que los dejará ir; y en ese 
instante caerán en desgracia; como el que se encuentra en terreno inclinado y resbaloso, o en el 
filo de un abismo, que no puede mantenerse firme por sí solo; cuando queda sin apoyo, 
inmediatamente cae y se pierde. 
La observación en la que voy a insistir es ésta: 
NO HAY OTRA COSA QUE MANTENGA A LOS HOMBR ES IMPÍOS FUERA DEL INFIERNO EN TODO 
MOMENTO QUE EL MERO PLACER DE DIOS. 
Al hablar del "mero placer de Dios" me refiero a su placer soberano, su voluntad arbitraria que no 
es restringida por ninguna obligación ni impedida por ninguna dificultad, de manera que nada, en 
E
ningún momento, en el menor grado, en ningún lugar y en ningún aspecto preserva a los impíos, 
sino es la la pura voluntad de Dios. 
La verdad de esta observación aparece al considerar lo siguiente: 
1. A Dios no escasea en poder para arrojara a los impíos en el infierno el momento que lo quiera. 
Las manos de los hombres no pueden ser fuertes cuando Dios se levanta; el más fuerte no tiene 
poder para resistirle, ni puede librarse de sus manos. El no sólo es capaz de arrojar a los impíos en 
el infierno, sino que puede hacerlo fácilmente. Algunas veces un príncipe terrenal se encuentra 
con la dificultad de sujetar a un rebelde que ha encontrado medios para fortificarse a sí mismo, y 
se ha hecho fuerte por el número de sus seguidores. Pero no es así con Dios. No hay fortaleza que 
sea defensa contra el poder de Dios. 
Aunque mano se una con mano, y una vasta multitud de los enemigos de Dios se combinen y 
asocien, son fácilmente quebrados en pedazos. Son como grandes montones de paja ligera ante el 
torbellino; o grandes cantidades de rastrojo seco ante llamas devoradoras. Encontramos fácil 
pisotear y aplastar un gusano que vemos arrastrarse en la tierra; también es fácil para nosotros 
cortar o chamuscar un hilo delgado que agarre cualquier cosa; y así es fácil para Dios, cuando le 
place, arrojar a sus enemigos al infierno. ¿Qué somos nosotros para que permanezcamos de pie 
frente a El, ante cuya reprensión la tierra tiembla, y las rocas son arrojadas? 
2. Ellos merecen ser echados en el infierno; de manera que si la justicia divina se encuentra en el 
camino, no hay objeción eficaz contra el uso del poder de Dios para destruirlos. Antes, por el 
contrario, la justicia clama fuertemente por un castigo infinito de sus pecados. La justicia divina 
dice del árbol que da a luz las uvas de Sodoma, "córtalo, ¿para qué inutiliza también la tierra?" 
(Luc. 13:7). La espada de la justicia divina está en cada momento blandeada sobre sus cabezas, y 
no es otra cosa que la misericordia arbitraria y la pura voluntad de Dios que la detiene. 
3. Ellos ya están bajo una sentencia de condenación al infierno. No sólo merecen justamente ser 
arrojados allí, sino que la sentencia de la ley de Dios, esa regla eterna e inmutable de justicia que 
Dios ha fijado entre El y la humanidad, ha ido en su contra, y permanece en su contra; de manera 
que ya están dispuestos para el infierno. "El que no cree, ya ha sido condenado" (Juan 3:18). De 
modo que cada inconverso pertenece propiamente al infierno; ese es su lugar; de allí es él. 
"Vosotros sois de abajo" (Juan 8:23), y allí estáis atados; es el lugar que la justicia, la palabra de 
Dios, y la sentencia de su ley inmutable les han asignado. 
4. Ellos ahora son los objetos de ese mismo enojo e ira de Dios que es expresado en los tormentos 
del infierno. Y la razón por la que no bajan al infierno en cualquier momento, no es porque Dios, 
en cuyo poder están, no está entonces muy enojado con ellos, como lo está con muchas criaturas 
miserables que ahora están siendo atormentadas en el infierno, y allí sienten y experimentan el 
furor de su ira. Si, Dios está más enojado con otros tantos que ahora están en la tierra; sí, sin duda 
lo está con muchos que están ahora en esta congregación, con quienes está airado con más 
facilidad que con muchos de los que se encuentran ahora en las llamas del infierno. Pero no es 
porque Dios se haya olvidado de su impiedad ni se resienta por ello la razón por la que no desata 
su mano y los corta. Dios no es en conjunto como uno de ellos, para ellos su condenación no se 
duerme; el abismo está preparado, el fuego ya está listo, el horno esta caliente, listo para 
recibirlos; las llamas se inflaman y arden. La espada resplandeciente está afilada y se sostiene 
sobre ellos, y el abismo ha abierto su boca bajo ellos. 
5. El diablo esta listo para caer sobre ellos y asirlos para sí; momento que Dios permitirá. Ellos le 
pertenecen; él tiene sus almas en su posesión y bajo su dominio. La Escritura los representa como 
sus buenas dadivas (Luc.11:13). Los demonios los vigilan; siempre están a su diestra por ellos; 
permanecen esperando por ellos como leones hambrientos y codiciosos que ven su presa y 
esperan tenerla, pero por el momento se retienen. Si Dios retirara su mano, por la cual ellos son 
restringidos, volarían sobre sus pobres almas. La serpiente antigua los mira con asombro; el
infierno abre su amplia boca para recibirlos; y si Dios lo permitiera serían apresuradamente 
tragados y se perderían. 
6. En las almas de los impíos reinan principios infernales que estuvieran actualmente encendidos 
y llameando en el infierno de fuego si no fuera por las restricciones de Dios. En la naturaleza de 
cada hombre carnal está colocado un fundamento para los tormentos del infierno. Hay esos 
principios corrompidos reinando y en plena posesión de ellos, que son la semilla del infierno de 
fuego. Estos principios son activos y poderosos, excesivos y violentos en su naturaleza, y si no 
fuera por la mano restringente de Dios pronto estallarían y se inflamarían de la misma manera que 
lo harían las corrupciones y enemistad en los corazones de las almas condenadas, y engendrarían 
los mismos tormentos que crean en ellos. Las almas de los impíos son comparadas en la Escritura 
al mar en tempestad (Is.57:20). Por el presente, Dios restringe su impiedad por medio de su gran 
poder, de la misma manera en que hace con las coléricas ondas del mar turbulento, diciendo, 
"hasta aquí llegarás y no pasarás;" pero si Dios retirara ese poder restringente, rápidamente se 
llevaría todo por delante. El pecado es la ruina y la miseria del alma; es destructiva en su 
naturaleza; y si Dios lo dejara sin restricción no faltaría nada para hacer al alma algo 
perfectamente miserable. La corrupción del corazón del hombre es inmoderada e ilimitada en su 
furia; y mientras el impío vive aquí es como un fuego contenido por las restricciones de Dios, que 
si fuera dejado en libertad atacaría con fuego el curso de la naturaleza; y ya que el corazón es 
ahora un montón de pecado, de no ser restringido, inmediatamente convertiría el alma en un 
horno ardiente, o en un horno de fuego y azufre. 
7. No es seguridad para los impíos el que en ningún momento haya medios visibles de la muerte a 
la mano. No es seguridad para un hombre natural el que está ahora en salud ni el que no vea 
ninguna manera en la que pueda ahora partir inmediatamente de este mundo por algún accidente, 
ni el que no haya ningún peligro visible en ningún aspecto en sus circunstancias. La experiencia 
múltiple y continua del mundo en todas las edades muestra que no hay evidencia de que un 
hombre no está en el borde de la eternidad, y de que el próximo paso no sea en otro mundo. Lo 
invisible, el olvido de modos y medios por los que las personas salen súbita- mente del mundo 
son innumerables e inconcebibles. Los hombres inconversos caminan sobre el abismo del infierno 
en una cubierta podrida, y hay innumerables lugares tan débiles en esta cubierta que no pueden 
soportar su peso; lugares que además no se ven a simple vista. Las flechas de la muerte vuelan a 
mediodía sin ser vistas; la vista más aguda no las puede discernir. Dios tiene tantas maneras 
diferentes e inescrutables de tomar al impío fuera del mundo y enviarlos al infierno, que no hay 
nada que haga parecer que Dios tuviera necesidad de estar a expensas de un milagro, o salirse 
fuera del curso de su providencia, para destruir al impío en cualquier instante. Todos los medios 
por los que los impíos parten del mundo están de tal manera en las manos de Dios, y tan universal 
y absolutamente sujetos a su poder y determinación, que no depende sino de la pura voluntad de 
Dios el que los pecadores vayan en cualquier momento al infierno, el que los medios nunca sean 
usados o estén involucrados en el caso. 
8. La prudencia y el cuidado de los hombres naturales para preservar sus propias vidas, o el 
cuidado de otros para preservarlos a ellos, no les brinda seguridad en ningún momento. De esto 
dan testimonio la providencia divina y la experiencia universal. Hay la clara evidencia de que la 
propia sabiduría de los hombres no es seguridad para ellos cuando están frente a la muerte; si 
fuera de otra manera veríamos alguna diferencia entre los hombres sabios y políticos y los demás 
con respecto a su propensión a una muerte temprana e inesperada; pero ¿cómo es esto en los 
hechos? "También morirá el sabio como el necio" (Ecl.2:16). 
9. Todas las luchas y maquinaciones que los hombres impíos usan para escapar del infierno, 
mientras continúan rechazando a Cristo, permaneciendo así como impíos, no les libra del infierno 
en ningún momento. Casi todo hombre natural que oye del infierno se adula a sí mismo de que 
escapará; depende de sí mismo para su seguridad; se lisonjea a si mismo en lo que ha hecho, en lo 
que está haciendo, o en lo que intenta hacer. Cada quien dispone cosas en su mente sobre cómo 
evitará la condenación, y se engaña a si mismo planeando su propio bien, y pensando que sus 
esquemas no fallarán. Ellos oyen sin embargo que son pocos los que se salvan, y que la mayor
parte de los hombres que han muerto hasta ahora han ido al infierno; pero cada quien se imagina 
que planea mejores cosas para su escape que lo que otros han hecho. 
El no pretende ir a ese lugar de tormento; dice dentro de si que intenta tomar cuidado eficaz, y 
ordenar las cosas de tal manera que no falle. 
Pero los hijos insensatos de los hombres se engañan miserablemente a Si mismos en sus propios 
esquemas, y en confianza de su propia fuerza y sabiduría; no confían en más que una mera 
sombra. La mayoría de esos que hasta ahora han vivido bajo los mismos medios de gracia y han 
muerto, han ido indudablemente al infierno; la razón no es que ellos no eran tan sabios como los 
que ahora están vivos; no fue porque no planearon cosas que les aseguraran su escape. Si 
pudiéramos hablar con ellos, y preguntarles, uno por uno, si ellos esperaban cuando vivos y 
cuando oían hablar acerca del infierno que serian objetos de esa miseria, indudablemente 
escucharíamos uno por uno contestar: "No, yo nunca pretendí venir aquí; había dispuesto las 
cosas de otra manera en mi mente; pensé haber planeado el bien para mi; ideé un buen patrón. 
Intenté tomar un cuidado eficaz; pero vino sobre mí inesperadamente. No lo esperaba en ese 
momento y de esa manera; vino como un ladrón. La muerte me burló. La ira de Dios fue 
demasiado rápida para mi. 0h mi maldita insensatez! Me estaba engañando y agradando con 
sueños vanos acerca de lo que yo haría en el más allá; y cuando me encontraba diciendo, 'paz y 
seguridad,'vino sobre mi destrucción repentina." 
10. Dios en ningún momento se ha puesto bajo ninguna obligación por alguna promesa que haya 
dado, de mantener al hombre natural fuera del infierno. Ciertamente Dios no ha dado promesas 
acerca de la vida eterna o de alguna liberación o preservación de la muerte eterna, sino aquellas 
que están contenidas en el pacto de gracia, las promesas son sí y amén. Pero seguramente 
aquellos que no son hijos del pacto, que no creen en ninguna de las promesas, no tienen interés en 
las promesas del pacto de gracia, y no tienen interés en el Mediador del pacto. De manera que, 
aunque alguno haya tenido imaginaciones y pretensiones acerca de promesas hechas a hombres 
naturales que buscan con sinceridad, es claro y manifiesto que no importa los dolores que un 
hombre natural sufra en la religión, ni las oraciones que haga, asta que no crea en Cristo, Dios no 
está de ninguna manera bajo la obligación de librarlo en ningún momento de la destrucción 
eterna. De manera que así es que los hombres naturales son tornados en la mano de Dios sobre el 
abismo del infierno; se han merecido el fiero abismo, y ya están sentenciados a él; Dios ha sido 
terriblemente provocado, su ira es tan grande hacia ellos como la de esos que están actualmente 
sufriendo las ejecuciones de la furia de su ira en el infierno, y no han hecho nada en lo más 
mínimo para apaciguar o disminuir ese enojo, ni está Dios atado en lo más mínimo a ninguna 
promesa de levantarlos en ningún momento. 
El diablo está esperando por ellos, el infierno está abierto de par en par para ellos, las llamas se 
reúnen y centellean a su alrededor, los atraparán y tragarán; el fuego contenido en sus corazones 
está luchando para estallar; y ellos no tienen ningún interés en ningún mediador; no hay medios al 
alcance que les puedan servir de seguridad. En resumen, no tienen refugio, nada de que aferrarse; 
todo lo que los preserva en todo instante es la pura voluntad y la paciencia no pactual ni obligada 
de un Dios encolerizado. 
APLICACION 
Este terrible tema puede ser útil para hacer despertar algunas personas inconversas en esta 
congregación. Esto que has oído es el caso de cada uno de ustedes que se encuentra fuera de 
Cristo. Ese mundo de miseria, ese lago de azufre ardiente se extiende debajo de ti. Allí está el 
espantoso abismo de las llamas ardientes de la ira de Dios; allí está la ancha boca del infierno 
abierta de par en par; y no tienes nada sobre que permanecer en pie, ni nada de donde agarrarte; 
no hay nada entre ti y el infierno sino sólo el aire; es tan sólo el poder y el puro placer de Dios el 
que te soporta.
Posiblemente no eres sensible a esto; te ves fuera del infierno, pero no ves la mano de Dios en 
ello; pero contempla otras cosas, como el buen estado de tu constitución corporal, el cuidado de 
tu propia vida, y los medios que usas para tu preservación. Pero verdaderamente estas cosas son 
nada; si Dios retirara su mano, ellas no te beneficiarían más en cuanto a evitar tu caída, que lo que 
hace el delgado aire al sujetar una persona que se suspende en él. 
Tu impiedad te hace como si fueras tan pesado como el plomo, y te dirigirá hacia abajo con gran 
peso y presión directo al infierno; y si Dios te dejara caer, inmediatamente te sumergirías y 
rápidamente descenderías dentro del golfo sin fondo; y tu constitución saludable, y tu propio 
cuidado y prudencia, y tu mejor plan, y toda tu justicia, no tendrían más influencia para sujetarte 
y librarte del infierno, que lo que una tela de araña puede hacer para frenar una roca al caer. 
De no ser por el soberano placer de Dios, la tierra no te sostendría un instante porque eres una 
carga para ella. La creación gime contigo; la criatura está hecha sujeta a la esclavitud de tu 
corrupción, no para ayudarte voluntariamente a servir al pecado y a Satanás; la tierra no produce 
su incremento voluntariamente para satisfacer tus pasiones; ni es voluntariamente un escenario 
sobre el que tus impiedades actúen; el aire no te sirve voluntariamente para mantener la llama de 
vida de tus órganos vitales, mientras pasas tu vida al servicio de los enemigos de Dios. Las 
criaturas de Dios son buenas, y fueron hechas para que el hombre sirviera a Dios con ellas, y para 
que no sirvieran voluntariamente a ningún otro propósito, y para que gimieran cuando eran 
usadas para propósitos tan directamente contrarios a su naturaleza y fin. El mundo te vomitaría de 
no ser por la mano soberana de Aquel que lo tiene sujetado en esperanza. Las negras nubes de la 
ira de Dios están ahora flotando directamente sobre sus cabezas, llenas de terribles tormentas y 
truenos; y de no ser por la mano restringente de Dios hubieran reventado inmediatamente sobre ti. 
El placer soberano de Dios, por el presente, detiene su viento agitado; de otro modo vendría con 
furia, y tu destrucción llegaría como torbellino. Serias como la paja menuda del suelo de trillo del 
verano. 
La ira de Dios es como grandes aguas que están destinadas para el presente; aumentan más y más, 
y crecen más y más, hasta que la salida sea dada. Y mientras se detenga la corriente, más rápido y 
poderoso será su curso cuando sean desatadas. Es verdad que el juicio contra tus obras perversas 
no ha sido ejecutado todavía; los diluvios de la venganza de Dios han sido retenidos; pero tu 
culpa entretanto está constantemente aumentando, y está cada día atesorando más ira; las aguas 
están aumentando constantemente, y creciendo más y más poderosas; y no hay nada fuera del 
puro placer de Dios que refrene las aguas, las cuales no quieren ser detenidas, y presionan 
duramente para ir hacia adelante. Si Dios tan sólo retirara su mano de la compuerta, se abriría 
inmediatamente, y los fieros diluvios del furor e ira de Dios empujarían con furia inconcebible, y 
vendría sobre ti con poder omnipotente; y si tu fuerza fuera diez mil veces mayor que lo que es, 
sí, diez mil veces mayor que la fuerza del más corpulento y robusto diablo en el infierno, no sería 
nada para resistirla o soportarla. 
El arco de la ira de Dios está encorvado, la flecha lista en la cuerda, y la justicia dirige la flecha a 
tu corazón, y estira el arco, y no es otra cosa que el mero placer de Dios, y el que un Dios airado 
que sin ninguna promesa y obligación del todo, retiene la flecha de embriagarse con tu sangre. 
Así todos los que de ustedes nunca han pasado por un gran cambio de corazón, por el gran poder 
del Espíritu de Dios sobre sus almas; todos los que de ustedes nunca han nacido de nuevo, ni han 
sido hechos nuevas criaturas, ni han sido levantados de la muerte en el pecado a un nuevo estado, 
ni han experimentado la luz y la vida, están en las manos de un Dios airado. Aunque hayan 
reformado sus vidas en muchas cosas, y hayan tenido afecciones religiosas, y hayan podido 
mantener cierta forma de religión con sus familiares y cercanos, y aún en la casa de Dios, no es 
otra cosa que Su mero placer que los preserva de ser consumidos en la destrucción eterna. No 
importa cuán poco convencidos estén ahora de la verdad que oyen, a su tiempo estarán
plenamente convencidos de ella. Aquellos que han partido estando en las mismas circunstancias 
en que están ustedes, ven que así fue con ellos; porque la destrucción vino bruscamente sobre la 
mayoría de ellos; cuando no la esperaban, y mientras estaban diciendo, 'paz y seguridad.'Ahora 
ven, que esas cosas en las que dependían para la paz y la seguridad, no eran más que un aire 
delgado y una sombra bacía. El Dios que te sostiene sobre el abismo del infierno, mas que uno 
que sostenga una araña, o cualquier insecto asqueroso sobre el fuego, te aborrece, y ha sido 
terriblemente provocado. Su ira hacia ti se enciende como fuego; te ve como digno, pero no para 
otra cosa que para ser echado en el fuego; es tan puro de ojos que no puede mantenerte a su vista; 
eres diez mil veces más abominable a sus ojos que lo que la serpiente venenosa más odiada es a 
los nuestros. Le has ofendido infinitamente más que lo que un rebelde obstinado ofende a su 
príncipe; y sin embargo, no es otra cosa que su mano la que te sostiene de caer en el fuego en 
cualquier momento. No debe ser atribuido a nadie más el que no hayas ido al infierno la última 
noche; el que hayas sufrido otra vez el despertar en este mundo, después de haber cerrado los ojos 
para dormir. Y no hay otra razón que dar de por qué no has caído en el infierno desde que te 
levantaste en la mañana, que el hecho de que la mano de Dios te ha sostenido. No hay otra razón 
que dar de porqué no has ido al infierno, desde que te sentaste aquí en la casa de Dios, 
provocando sus ojos puros por tu modo pecaminoso e impío de atender a su solemne adoración. 
Si, no hay otra cosa que dar como razón de por qué no caes en el infierno en este preciso 
momento. Oh, pecador, considera el terrible peligro en que estás. Es sobre un horno de ira, un 
abismo amplio y sin fondo, lleno del fuego de la ira, en el que estás soportado por la mano de 
Dios, cuya ira ha sido provocada e inflamada tanto contra ti, como contra muchos de los ya 
condenados en el infierno. Cuelgas de un hilo delgado, con las llamas de la ira divina destellando 
alrededor, y listas en todo momento para chamuscarlo y quemarlo en dos; y no tienes interés ni 
por un instante en ningún Mediador, ni en nada en qué aferrarte para salvarte a ti mismo, ni para 
librarte de las llamas de la ira. Ni siquiera hay algo en ti, nada de lo que hayas hecho ni puedas 
hacer, para inducir a Dios a perdonarte. Por eso te pido que consideres los siguientes puntos de 
modo más particular: 
1. Mira de quien es la ira. Es la ira de un Dios infinito. Si fuera solamente la ira de un hombre, 
aunque fuera la del príncipe más poderoso, sería comparativamente pequeña para ser considerada. 
La ira de reyes es mucho más terrible, especialmente la de monarcas absolutos, que tienen las 
posesiones y las vidas de sus súbditos enteramente en su poder para disponer de ellas a su mera 
voluntad. "Como rugido de cachorro de león es el terror del rey; el que lo enfurece peca contra sí 
mismo" (Prov.20:2). El súbdito que se encoleriza mucho contra un príncipe arbitrario, está 
expuesto a sufrir los tormentos más extremos que el arte humano puede inventar o que el poder 
humano puede infligir. Pero las más grandes potestades terrenales, en su mayor majestad y 
fuerza, cuando están vestidos de sus más grandes terrores, no son mas que gusanos débiles y 
despreciables de la tierra en comparación al Gran y Todopoderoso Creador y Rey del cielo y a 
tierra. Es en realidad poco lo que ellos pueden hacer en el momento en que ellos están más 
encolerizados, y cuando han ejercido el extremo de su furia. Todos los reyes de la tierra son como 
langostas ante Dios; son nada y menos que nada; tanto su amor como su odio son tornados en 
poco. La ira del gran Rey de reyes es tanto más terrible que la de ellos, como lo es su majestad. 
"Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden 
hacer. Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la 
vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a éste temed" (Luc. 12:4,5). 
2. Es a la furia de su ira a la que estás expuesto. A menudo leemos de la furia de Dios; como en 
Is.59:18. "Como para retribuir con ira a sus enemigos, y dar el pago a sus adversarios." Así 
también Is.66:15. "Porque he aquí que Jehová vendrá con fuego, y sus carros como torbellino, 
para descargar su ira con furor, y su represión con llama de fuego." Y en muchos otros lugares. 
También Ap.19:15; allí leemos de "el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso." 
Las palabras son en extremo terribles. Si solamente se hubiera dicho, "la ira de Dios," los 
términos implicarían algo infinitamente terrible; pero es "el furor y la ira de Dios." La furia de 
Dios! ¡El furor de Jehová! ¡Oh, cuán terrible debe ser eso! ¿Quién puede pronunciar o concebir lo
que estas expresiones implican en sí mismas? Pero además, "el furor y la ira del Dios 
Todopoderoso." Como si hubiera una gran manifestación de su poder omnipotente en lo que el 
furor de su ira realiza; como si la omnipotencia estuviera encolerizada y ejercida de tal manera 
que los hombres no pueden ejercer su fuerza en contra del furor de su ira. Oh! entonces, ¡cuál será 
la consecuencia! ¡Qué será de aquellos pobres gusanos que la sufrirán! ¿Quién tendrá manos 
fuertes para esto? ¿Qué corazón la podrá resistir? ¡A qué terrible, indecible, inconcebible 
profundidad de miseria está sumergida la pobre criatura que esté sujeta a esto! Considera esto, tú 
que estás aquí presente, y aún permaneces en un estado no regenerado. Que Dios ejecutará el 
furor de su enojo, implica, que El infligirá su ira sin piedad. Cuando Dios observe la extremidad 
inefable de tu caso, y vea tu tormento estar tan inmensamente desproporcionado a tu fuerza, y vea 
cómo tu pobre alma es molida, y se hunde como si estuviera en tinieblas infinitas, no tendrá 
compasión de ti, no contenderá las ejecuciones de su ira, y ni siquiera aligerará su mano no habrá 
moderación ni misericordia, no apaciguará su viento agitado; no tendrá cuidado de tu bienestar, ni 
será en ningún sentido cuidadoso, a menos que sufras mucho más en cualquier otra manera, que 
lo que sufrirías con lo que la justicia estricta requiere. Nada será retenido por el hecho de que sea 
demasiado fuerte de sobrellevar. "Pues también yo procederé con furor; no perdonará mi ojo, ni 
tendré misericordia; y gritarán a mis oídos con gran voz, y no los oiré (Ez. 8:18). Ahora Dios está 
presto a tener piedad de ti; este es un día de misericordia; puedes gritar ahora con el aliento de 
obtener misericordia. Pero cuando el día de misericordia pase, tus gritos y chillidos de lamento y 
dolor serán en vano; estarás enteramente perdido y alejado de Dios, como para que nadie se 
interese en tu bienestar. Dios no tendrá otra cosa que hacer contigo que ponerte a sufrir miseria; 
no continuarás en existencia para otro fin que no sea ese; porque serás un vaso de ira preparado 
para destrucción; y no habrá otro uso para este vaso, que ser llenado a plenitud de ira. Dios estará 
tan lejos de tener piedad de ti cuando grites, que se dice que solamente "reirá y se burlará" 
(Prov.1:25,26ss). 
Cuán terribles son esas palabras, las cuales proceden del gran Dios, "los pisé con mi ira, y los 
hollé con mi furor; y su sangre salpicó mis vestidos, y manché todas mis ropas" (Is.63:3). Es 
quizás imposible concebir otras palabras que expresen con más claridad la idea de desprecio, 
odio, y furia de indignación. Si clamas a Dios para que tenga piedad de ti, El estará tan lejos de 
hacer tal cosa en tu doloroso caso, o de mostrarte ningún cuidado o favor, que, en lugar de ello, te 
hollará bajo sus pies. Y aunque sabrá que no podrás sobrellevar el peso de la omnipotencia sobre 
ti, no tendrá consideración, sino que te aplastará bajo sus pies sin misericordia; hará volar tu 
sangre al molerte, y salpicará sobre sus vestidos, de tal manera que manchará todas sus ropas. No 
sólo te odiará, sino que te tendrá bajo el desprecio más extremo; no habrá otro lugar más 
adecuado para ti que el estar bajo sus pies, ser pisoteado como el fango de las calles. 
3. La miseria a la que estás expuesto es aquella que Dios infligirá con el fin de mostrarte lo que la 
ira de Jehová es. Dios ha tenido en su corazón el mostrar a los ángeles y a los hombres cuán 
excelente es su amor, y también cuan terrible es su ira. Algunas veces los reyes terrenales tienen 
en mente mostrar cuán terrible es su ira, por los castigos extremos que ejecutan en contra de 
aquellos que le provocan. Nabucodonosor, ese monarca poderoso y orgulloso del imperio caldeo, 
estuvo presto a mostrar su ira cuando se encolerizó contra Sadrac, Mesac y Abednego; y de esa 
manera dio orden de que el fiero horno ardiente fuera calentado siete veces más de como estaba. 
Sin duda, fue levantado al grado más extremo de furor que el arte humano podía levantar. 
Pero el gran Dios está también presto a mostrar su ira, y magnificar su terrible majestad y 
omnipotencia, en los sufrimientos extremos de sus enemigos. "¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar 
su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para 
destrucción?" (Rom.9:22). Y viendo que ésta es su diseño, aquello que El ha determinado, 
mostrar cuán terrible es la ira, la furia y el furor de Jehová cuando no es refrenada, El lo llevará a 
cabo. Sucederá ante un testigo algo que será espantoso. Cuando el gran Dios airado se haya 
levantado y ejecutado su terrible venganza sobre el pobre pecador, y cuando el miserable esté
sufriendo el peso y el poder infinito de su indignación, entonces Dios llamará al universo 
completo para que contemple esa terrible majestad y omnipotencia que será vista en ella. "Y los 
pueblos serán como cal quemada; como espinos cortados serán quemados con fuego. Oíd, los que 
estáis lejos, lo que he hecho; y vosotros los que estáis cerca, conoced mi poder. Los pecadores se 
asombraron en Sión, espanto sobrecogió a los hipócritas" (Is.33:12-14). Así será con aquellos de 
ustedes que están en un estado de no conversión, si continúan en él. El poder infinito, la majestad 
y lo terrible del Dios omnipotente será magnificado sobre ti, en la inefable fuerza de tus 
tormentos. Serás atormentado en la presencia de los san- tos ángeles, y en la del Cordero; y 
cuando te encuentres en ese estado de sufrimiento, los habitantes gloriosos del cielo irán y verán 
el terrible espectáculo, para que puedan ver lo que es la ira y el furor del Todopoderoso; y cuando 
lo hayan visto, caerán y adorarán es gran poder y majestad. "Y de mes en mes, y de día de reposo, 
en día de reposo, vendrán todos a adorar delante de mi, dijo Jehová. Y saldrán, y verán los 
cadáveres de los hombres que se rebelaron contra mí; porque su gusano nunca morirá, ni su fuego 
se apagará, y serán abominables a todo hombre" (Is.66:23-24). 
4. Es una ira eterna. Sería terrible sufrir este furor y esta ira del Dios Todopoderoso por un 
momento; pero debes sufrirla por toda la eternidad. No habrá fin para esta aguda y horrible 
miseria. Cuando mires hacia delante, verás un largo para siempre, una duración infinita ante ti, la 
cual tragará tus pensamientos, y sor- prenderá tu alma; y estarás absolutamente desesperado de no 
tener liberación, de no tener fin, de no mitigar, de no tener reposo del todo. Conocerás 
ciertamente que deberás consumirte luchando contra esta venganza todopoderosa y ausente de 
misericordia durante largas edades, millones de millones de edades. Y cuando así lo hayas hecho, 
cuando esas tantas edades hayan pasado sobre ti de esa manera, conocerás que eso es sólo un 
punto de lo que queda. De manera que tu castigo será verdaderamente infinito. ¡0h, quién puede 
expresar cuál es el estado del alma en tales circunstancias! Todo lo que podamos decir acerca de 
ello solamente da una representación muy débil; es inexpresable e inconcebible, porque "¿quién 
conoce el poder de la ira de Dios?" 
¡Cuán terrible es el estado de esos que diariamente y a cada hora están en peligro de esta gran ira 
y miseria infinita! Pero ese es el lúgubre caso de cada alma en esta congregación que todavía no 
ha nacido de nuevo, no importa cuán moralistas, estrictos, sobrios y religiosos puedan ser. ¡Oh, si 
tan sólo consideraras esto, ya seas joven o viejo! Hay razón para pensar, que hay muchos ahora 
en esta congregación oyendo este discurso, que eventualmente serán sujetos de esta miseria por 
toda la eternidad. No sabemos quiénes son, ni en qué asientos están, ni qué pensamientos tienen 
ahora. Puede que ahora están cómodos, y oigan todas estas cosas sin mucha turbación, y están 
ahora engañándose a sí mismos de que ellos no son esas personas, prometiéndose también que 
escaparán. Si conociéramos de una persona, sólo de una en esta congregación, que fuera sujeto de 
esta miseria, ¡qué terrible sería pensar en ello! Si supiéramos quién es, ¡qué vista más terrible 
fuera el mirar a tal persona! ¡Cómo surgiría un grito de lamento amargo por él de parte del resto 
de la congregación! Pero ¡ay! en lugar de uno, ¡cuántos de ustedes recordarán este discurso en el 
infierno! Sería un milagro si algunos de los que están ahora presentes no se encontraran en el 
infierno dentro de poco tiempo, o antes de que este año termine. Y no seria un milagro si algunas 
personas, de las que ahora están aquí sentadas en algunos asientos de esta casa de reunión, en 
salud, quietos y seguros, se encuentren allí antes de mañana en la mañana. Aquellos de ustedes 
que continúen en un estado natural, que piensen que serán librados del infierno más tiempo, 
¡estarán allí en poco tiempo! su condenación no se tarda; vendrá velozmente, y, con toda 
probabilidad, muy prontamente, sobre muchos de ustedes. Ustedes tienen razón al admirarse de 
que no están ya en el infierno. Es dudoso el caso de algunos que ustedes han visto y conocido, 
que nunca merecieron el infierno más que ustedes, y que una vez parecieron igualmente estar 
vivos como ustedes. 
Su caso ha perdido toda esperanza; ahora están gritando en extrema miseria y perfecta 
desesperación; pero ustedes están aquí en la tierra de los vivientes, en la casa de Dios, y tienen
una oportunidad de obtener salvación. ¡Qué no darían esas pobres, condenadas y desesperanzadas 
almas por un día de oportunidad como el que ahora disfrutas! Y ahora tienes una oportunidad 
extraordinaria, un día en el que Cristo tiene ampliamente abierta la puerta de la misericordia, 
permanece allí llamando, y gritando con alta voz a los pobres pecadores; un día en el que muchos 
están uniéndose a El, y apresurándose a entrar en el reino de Dios. Muchos vienen diariamente 
del este, oeste, norte y sur; muchos que estuvieron últimamente en la misma condición miserable 
en que están ustedes, y que ahora están en un estado de alegría, con sus corazones llenos de amor 
por aquel que los amó y los lavó de sus pecados con su propia sangre, y se gozan en la esperanza 
de la gloria de Dios.¡Cuán terrible será ser echado a un lado en aquel día! ¡Ver a tantos 
festejando, mientras te estás consumiendo y pereciendo! ¡Ver a tantos regocijándose y cantando 
con gozo del corazón, mientras tienes motivo para lamentarte con pena interior, y clamar a gritos 
con vejación del espíritu! ¿Cómo pueden descansar aun un momento en tal condición? ¿No son 
sus almas tan preciosas como las almas de la gente de Suffield (un pueblo de las inmediaciones) 
que están yendo a Cristo día tras día? No hay muchos de ustedes aquí que han vivido un largo 
tiempo en el mundo, y hasta este día no han nacido de nuevo? y son así extranjeros de la nación 
de Israel, y no han hecho otra cosa desde su existencia que atesorar ira en contra del día de la ira? 
Oh, señores, su caso, en una manera especial, es peligroso en extremo. Su culpa y dureza de 
corazón es extremadamente grande. No ven ustedes cómo generalmente las personas de su edad 
son pasados por alto y dejados en el notable presente y maravillosa dispensación de la 
misericordia de Dios? Tienen necesidad de considerarse a ustedes mismos, y despertar por 
completo del sueño. No pueden Llevar la carga del furor y la ira del Dios infinito. Y ustedes, 
hombres y mujeres jóvenes, negarán esta preciosa época que ahora disfrutan, cuando tantos otros 
de su edad están renunciando a todas las vanidades juveniles, y yendo a Cristo? Tienen ahora una 
oportunidad extraordinaria; pero si la rechazan, les pasará como a esas personas que gastaron 
todos los días preciosos de su juventud en el pecado, y ahora han pasado a un estado de ceguera y 
endurecimiento. Y ustedes, hijos, que están sin convertir, ¿no saben que van al infierno, a 
sobrellevar la terrible ira de ese Dios, que ahora está enojado contigo cada día y noche? ¿Estarán 
ustedes contentos de ser hijos del diablo, cuando tantos otros niños en la tierra están convertidos, 
y han venido a ser los hijos santos y alegres del Rey de reyes? Que cada uno que esté sin Cristo, y 
colgando sobre el abismo del infierno, ya sea anciano o anciana, de mediana edad, joven o niños, 
oigan ahora los fuertes llamados de la palabra y la providencia de Dios. Este año aceptable del 
Señor, un día de tanto favor para algunos, será sin lugar a dudas un día de notable venganza para 
otros. Los corazones de los hombres se endurecerían, y su culpa se incrementaría aprisa en un día 
como éste, si niegan salud a sus almas. Nunca hubo tanto peligro para estas personas de ser 
entregadas a la dureza de corazón y ceguera de mente. Dios ahora parece estar reuniendo 
apresuradamente a sus escogidos de todas partes de la tierra; y probablemente la mayor parte de 
los adultos que se salvarán, serán traídos dentro de poco tiempo, y será como el gran 
repartimiento del Espíritu sobre los judíos en los días de los apóstoles. Los elegidos obtendrán la 
salvación, y el resto será cegado. Si éste fuera tu caso, maldecirás este día eternamente, y 
maldecirás el día en que naciste al ver el tiempo de repartimiento del Espíritu, y desearás haber 
muerto e ido al infierno antes de haberlo contemplado. Ahora, indudablemente, como lo fue en 
los días de Juan el Bautista, el hacha está colocada de una manera extraordinaria a la raíz de los 
árboles, para que todo árbol que no dé buen fruto, sea cortado, y arrojado al fuego. Por tanto, que 
todo aquel que esté sin Cristo, despierte ahora y huya de la ira por venir. La ira del Dios 
Todopoderoso se cierne ahora sobre una gran parte de esta congregación. Que cada uno huya de 
Sodoma: "Dense prisa y escapen por sus vidas; no miren tras sí, escapen al monte, no sea que 
perezcan."